LA MELANCOLICA MUERTE DE CHICO OSTRA.

"El mundo era mi ostra, pero usé el tenedor equivocado." ( Oscar Wilde ).

Tim Burton rodeado de alguno de sus personajes.

Que Tim Burton es un director con una imaginación prodigiosa y creador de un sinfín de películas mágicas y atmósferas oníricas no es ningún novedad. Pero quizá es menos popular su faceta de escritor y dibujante. "La melancólica muerte del chico ostra" es un libro de poemas e ilustraciones llevado a cabo por el propio Burton. En él se puede apreciar su inconfundible estilo oscuro y macabro a la vez que infantil, en unos poemas con un tono marcadamente surrealista. Es en este libro aparecen toda una serie de personajes frágiles y extrañamente atrayentes que tienen bastante del propio Burton: son seres solitarios e inadaptados en su mayoría. Entre ellos podemos encontrar al Chico Ostra. En cada poema se muestra todo el mundo de Burton a flor de piel. Se presenta un conjunto de personajes curiosísimos, generalmente niños a los que les ocurren cosas de lo más tristes y crueles. Pero también hay tiempo para la afectividad, el cariño y el sentido del humor. Así, nos encontramos amores imposibles, niños no queridos, otros que reniegan de sí mismos, niños sin amigos, melancólicos, desesperados, extraños, diferentes… marginados en definitiva, y que para colmo siempre van a encontrar un final bastante cruel, aunque como ya digo, el humor negro está bastante presente. Las ilustraciones creadas por el propio Burton junto a los poemas forman un conjunto perfecto.Todos los personajes son de lo más original, empezando por su estética, su apariencia, sus extrañas habilidades o forma de vida. Chico Ostra, Ojos de clavo, Chico Tóxico, Lady Alfiletero, Cabeza de melón, Carboncillo, son sólo unos pocos de los que nos encontraremos entre las páginas.


Se le declaró en la costa,
y en la playa fue la boda.

Su larga luna de miel
en la isla de Capri fue.

Para la cena el mesero
les puso un solo platillo:
un gran caldo de mariscos.
La novia pidió un deseo.

Y el deseo se realizó.
Dio al fin a luz un bebé.
Pero éste ¿era humano o no?
Bueno, quizá. Tal vez.

Diez dedos en pies y manos,
y demás órganos sanos.
Podía sentir y escuchar.
Pero ¿normal? No, ni hablar.

Este engendro antinatura,
este cáncer indecente,
era la imagen viviente
de toda su desventura.

Ella se quejó al doctor:
“No es hilo de mi madeja.
¿De donde sacó ese hedor
a salmuera, pez y almeja?”

“Y ha sido usted afortunada.
Yo la semana pasada,
trate a una niña con pico
y tres orejas. ¿Me explico?
Si es mitad ostra su niño,
búsquese a otro a quien culpar.
-Y añadió con cierto guiño -
¿Se ha puesto a considerar

una casita en el mar?”

No sabían como llamarlo.
A veces le decían Carlo
y a veces -con voz perpleja-
“eso que parece almeja”.

Encogido el corazón,
ninguno en verdad sabía
si el chico ostra algún día
rompería el caparazón.

Los cuatrillizos Montalvo
cierta vez se lo toparon.
Le espetaron un “¡Bivalvo!”
y enseguida se escaparon.

Una tarde en que llovía,
Carlo se sentó en la calle.
Y miró arremolinarse
el agua en la alcantarilla.

Aparcada en la cuneta,
conmovida y afligida,
su madre daba salida
a su congoja secreta.

Ya se habían acostado
una noche, y ella dijo:
“Cariño, huele a pescado
y yo creo que es nuestro hijo.
Y aunque dicen que una dama
debe callarse esas cosas,
me parece que le endosas
tus problemas en la cama.”

El probó cuanta loción
pudo hallar en el mercado.
Tenía el cuerpo colorado
y comezón, comezón.
Y de rascar y rascar
la piel le empezó a sangrar.

El doctor, tras una pausa,dijo:
“El remedio a su mal
podría ser su misma causa.
Las ostras, como sabéis,
dan gran potencia sexual.
Supongo que si os coméis
a vuestro niño podréis
saciar el ansia carnal.

Se acerco muy de puntitas,
muy a oscuras y en celada,
porque no notara nada
quien le daba tantas cuitas.
Y en voz muy baja le dijo:
“Carlo queridísimo, hijo:
no quisiera interferir
ni causarte desconsuelo.
Pero ¿has pensado en el cielo,
o te has querido morir?”

Carlo parpadeo al oírlo
pero no le dijo nada.
Su papi apretó el cuchillo
y se aflojó la corbata.
Cuando lo levantó en vilo,
Carlo le mojó el abrigo.
Y en su boca ya la valva,
se escurrió por su garganta.

En la costa lo enterraron,
en la arena, junto al mar.
Una oración murmuraron
y se fueron a cenar.

Una cruz que daba pena
marcaba su sepultura
y unas letras en la arena
prometían vida futura.

Pero al subir la marea
una ola grande y fea
borró sin pena ni gloria
para siempre su memoria.

De regreso en el hogar,
él se le empezó a acercar.
Le besó y le dijo: “Bella,
hagamos otra faena.”
“Pero esta vez –susurró ella-
pidamos que sea una nena.”



LA OSTRA, BESO MARINO.

"El primero consigue la ostra, el segundo la concha."(Andrew Carnegie).

Tenemos el conocimiento de que las primeras poblaciones humanas asentadas en las zonas costeras hacían de las ostras algo fundamental dentro de su dieta alimenticia, así lo testifican cuantiosos hallazgos antropológicos, basándose en los numerosos montones de conchas encontrados en las cuevas y abrigos habitados por el hombre de las caverna. Nuestros antepasados prehistóricos eran grandes consumidores de ostras.

Antes de imponerse como manjar afrodisíaco, en la antigua democracia griega se usaron las “ostrakon”, conchas de las ostras, como papeleta de votación, los electores escribían sobre ellas el nombre de la persona que deseaban excluir de la vida pública, condenándolos al ostracismo, cien años de destierro político, acostumbrado entre los helenos. Los griegos las consumían asadas, fritas con aceite o cocinadas con miel, perejil y menta.




Ostrakon

Los potentados romanos las devoraban con garum, y un pan negro con el que comemos las ostras ahora. Lo llamaban “panis ostrearis”. Ante la demanda incesante y creciente de ostras, surgen los primeros criaderos artificiales que el romano Sergius Orata creó noventa años antes de Cristo. Orata tenía en su palacio un inmenso acuario privado cuyos acueductos venían directamente del mar. De este modo con la marea alta, podía recoger toda clase de peces. Los historiadores aseguran que el emperador Vitelio llegó a comer mil en una sola comida. Plinio, en la Roma Imperial, las llamó “palma mensarum”, o sea, que se llevaban la palma de la mesa. Las tomaba rodeadas de nieve y decía de ellas, " summa montium et maris ima misceus" es decir, que en un plato de ostras se juntan las cimas de los montes con las profundidades marinas. Se le asignaron propiedades afrodisíacas y hasta eruditas. Se decía en su tiempo que Cicerón, alimentaba su elocuencia con esa delicia.


No solo Cicerón creía en los efectos positivos de la ostra sobre los poderes mentales. En el siglo XV el rey Luis XI de Francia decretó que todos los profesores de la Sorbona deberían cenar con ostras al menos una vez al año, para evitar el desgaste de sus facultades intelectuales. En la Francia del siglo XVII, lo más distinguido eran las comidas exclusivamente de ostras. Justamente ciento cincuenta por comensal, manifestando la pasión producida por la misteriosa excelencia nacarada, en todo tipo de mesas. Basta recordar que François Vatel, el chef francés que descubrió la crema Chantilly, decidió quitarse la vida cuando no llegaron las ostras que había encargado para el banquete en honor a Luis XVI. Ante tal deshonra, la única salida era dejar de vivir atravesado por su propia espada. María Antonieta sentía tal devoción que para satisfacer sus reales gustos tuvieron que construir un parque de ostras en plena mar, criadas en Cancale, que goza de una justa notoriedad en el mundo gastronómico por la calidad de sus ostras planas y afinadas en Etretat. Voltaire, por su parte, recomendaba no menos de doce docenas al día. A Grimod de La Reynière padre del discurso gastronómico no le faltaban ni un día en sus desayunos, y el inigualable gastrónomo Brillat-Savarin se queja de que haya desaparecido la sana costumbre de comenzar todos los festines con enormes pirámides de ostras que los caballeros no veían el momento de terminar. Su consumo no era exclusivo de las mesas pudientes cualquier lector de Dickens sabe que una de las formas más baratas que un obrero tenía para alimentarse era a base de ostras, uno de sus personajes declaraba que “la pobreza y las ostras parecen ir de la mano”.




Bodegón de las ostras. (Osias Beet)

Se dice que el escritor satírico irlandés Jonathan Swift es el que dijo de sí mismo que “soy el primer hombre valiente que me atrevo a comer una ostra”. Aun siendo las ostras un alimento de gusto adquirido que necesita de algún tiempo antes de ser apreciado, es todo un obsequio para la vista y, sobretodo, para el gusto. Consideradas por muchos como la aristocracia de los moluscos, como más se disfrutan las ostras es comiéndolas vivas. Seguramente porque, como toda la comida cruda, resulta fascinante para nosotros, es extraña, constituye el regreso a un mundo primitivo. Nos une a nuestros antepasados.

Se ha dicho de todo sobre estas maravillosas criaturas. Que tienen poderes afrodisíacos, que agudizan el intelecto, que curan la anemia y otras tantas. Algo tienen las ostras que provocan un tipo de fascinación difícil de expresar. Anécdotas reales o leyendas históricas, lo cierto es que existen pocas gozos comparables con un buen plato de ostras. El comensal debe inclinar la cabeza hacia atrás, dejar que caiga la ostra, morder tan solo una vez, según insisten los expertos y tragar. La sensación es carnosa y fresca, natural y muy placentera, lo mejor de todos los mundos. Tal vez sea cierto que quien no sepa disfrutar de una ostra no ama la vida. O como dijo Hemingway: "Comiendo las ostras con su fuerte sabor a mar y su deje metálico que el vino blanco fresco limpiaba, dejando sólo el sabor a mar y la pulpa sabrosa, y bebiendo el frío líquido de cada concha y perdiéndolo en el neto sabor del vino, dejé atrás la sensación de vacío y empecé a ser feliz y a hacer planes".

EL NIÑO DE LOS CALAMARES Y SUS MANERAS.

“La urbanidad es una emanación de los deberes morales, y como tal, sus prescripciones tienden todas a la conservación del orden y de la buena armonía que deben reinar entre los hombres, y estrechar los lazos que los unen, por medio de impresiones agradables que produzcan los unos sobre los otros”. (Manuel Antonio Carreño).


Arturo Perez Reverte

Los denominados “tratados de buenas maneras” o “tratados de urbanidad” constituyen una forma del todo singular en el contexto de la literatura moral. Su especificidad estriba en su índole limítrofe: por una parte parecen promover valores propiamente estéticos y, por otra, morales. Este problema es una de las posibles reflexiones que el genial escritor Arturo Pérez Reverte publica en un artículo, titulado "Los calamares del niño". El artículo, que no tiene desperdicio alguno, es una "particular" crítica a la mala educación y la relación entre el dominio ético y estético. Me permito reproducirlo de forma literal para el disfrute de su lectura.

Arturo Perez Reverte

“Hay criaturas por las que no lloraré cuando suenen las trompetas del Juicio. Niños que anuncian desde muy temprano lo que serán de mayores. A veces uno está paseando, o sentado en una terraza, y los ve pasar apuntando en agraz maneras inequívocas. Adivinados en ellos la inevitable maruja de sobremesa televisiva –ayer vi reconciliarse a dos hermanas en directo y eché literalmente la pota– o la viril mala bestia correspondiente. Dirán ustedes que ellos no tienen la culpa, etcétera. Que los padres, la sociedad y todo eso los malean, y tal. Pero qué quieren que diga. En cuestiones de culpa, denle tiempo a un niño y también él tendrá su cuota propia, como la tenemos todos. Sólo es cuestión de plazos. De que se cumplan los pasos y rituales que se tienen que cumplir.

El zagal que veo en el restaurante tiene nueve o diez años, que ya va siendo edad, y se parece al padre, sentado a su vera: moreno, grandote y vulgar de modos y maneras. La madre pertenece al mismo registro. Todos visten ropa cara, por cierto. Colorida y vistosa. Sobre todo la madre, una especie de Raquel Mosquera vestida de Paulina Rubio y con toquecitos de Belén Esteban en el maquillaje y en la parla. La familia ocupa una mesa contigua a la mía, junto al gran ventanal de un restaurante popular de Calpe, situado junto al puerto. Y al niño acaban de traerle calamares a la romana. De no ser porque su cháchara maleducada, chillona e interminable, a la que asisto impotente desde hace veinte minutos, ya me tiene sobre aviso, la manera en que ahora maneja el tenedor me dejaría boquiabierto. El pequeño cabrón –nueve o diez años, insisto– agarra el cubierto al revés, con toda la mano cerrada, y clava los calamares a golpes sonoros sobre el plato, como si los apuñalara. Observo discretamente al padre: mastica impasible, bovino, observando satisfecho el buen apetito de su hijo. Luego observo a la madre: tiene la nariz hundida en el plato, perdida en sus pensamientos. Tampoco sería difícil, me digo, con la edad que tiene ya su puto vástago, enseñarle a manejar cuchara, cuchillo y tenedor. Pero, tras un vistazo detenido al careto del progenitor, comprendo que, para hacer que un hijo maneje correctamente los cubiertos, primero es necesario creer en la necesidad de manejar correctamente los cubiertos. Y por la expresión cenutria del fulano, por su manera de estar, de mirar alrededor y de dirigirse a su mujer cuando le habla, tal afán no debe de hallarse entre las prioridades urgentes de su vida. En cuanto a la madre, cómo maneje el crío los cubiertos, o cómo los manejen el padre o el vecino de la mesa de al lado, parece importarle literalmente un huevo.Tras un eructo infantil jaleado con suma hilaridad por el conjunto familiar –después de reír, eso sí, el papi parece amonestarlo en voz baja, a lo que la criatura responde sacando la lengua y poniendo ojos bizcos– llega la paella. Y, tras deleitar al respetable con el uso del tenedor, el indeseable enano exhibe ahora su virtuosismo en el manejo de la cuchara agarrada con toda la mano exactamente junto a la cazoleta, alternando la cosa con tragos sonoros del vaso de cocacola sujeto con ambas manos y vuelto a dejar sobre la mesa con los correspondientes granos de arroz adheridos al vidrio. Tan maleducado, tan grosero como el padre y la madre que lo parieron. Y así continúa el dulce infante, a lo suyo, camino de los postres, en esa deliciosa escena española de fin de semana, una familia más, media, entrañable, con su hipoteca, y su tele, y su coche aparcado en la puerta, como todo el mundo. Y yo, que gracias a Dios he terminado, pido mi cuenta, la pago y me levanto mientras pienso que ojalá caiga un rayo y los parta a los tres, y les socarre la paella. Y ustedes dirán: vaya con el gruñón del Reverte, a ver qué le importará a él que el niño se coma los calamares así o asá, peazo malaje. A él qué le va ni le viene. Pero es que no estoy pensando en la paella, ni en el restaurante, ni en los golpes del tenedor sobre los calamares. Aunque también. Lo que pienso, lo que me temo, es que dentro de unos años ese pequeño hijo de puta será funcionario de Ayuntamiento, o guardia civil de Tráfico, o general del Ejército, o empleado de El Corte Inglés, o juez, o fontanero, o político, o ministro de Cultura, o redactor del estatuto de la nación murciana; y con las mismas maneras con las que ahora se comporta en la mesa, cuando yo caiga en sus manos me va a joder vivo. Por eso hoy me cisco en sus muertos más frescos. ¿Comprenden? En defensa propia”.

LAS BUENAS MANERAS.

“Nunca terminamos de aprender. Y si algún día lo dudamos, descubriremos nuestra propia ignorancia”. (Will Durant).

La educación es la clave del futuro. la clave del destino del hombre y de su posibilidad de actuar en un mundo mejor.

Estamos en fechas en las que se producen extraordinarios dispendios, o lo que es lo mismo, gastos que en muchas ocasiones son excesivos e innecesarios, circunstancia esta que se hace evidente de una forma particular en las comidas navideñas. Todo para hacer de estas fechas un momento mágico y demostrar al mundo el poder de nuestra economía. Parece inevitable entrar cada año en la misma discusión y suscitar la misma reflexión, la celebración de la Navidad ha perdido su sentido religioso y, además, va en la dirección contraria a los valores que debería recordarnos. Sin embargo estos momentos de crisis económica que vivimos y que con toda seguridad harán que nuestro desembolso económico en asuntos gastronómicos sea menor, facilitará que pongamos en alza otros valores que concurren en las comidas navideñas y que no se circunscriben a lo culinario como son las buenas maneras y la conversación en la mesa.

Desde el comienzo de la historia del hombre la forma de manifestar la amistad ha sido compartir la comida, de hecho el término "compañero" significa “comer del mismo pan”. No obstante algunas personas piensan que para el éxito de una comida, basta con que la planificación y la organización estén en perfecto orden. Sin embargo se olvidan del factor humano. Hay que atender personalmente a cada invitado y conseguir que quede satisfecho con las atenciones recibidas. La naturalidad, sin abandonar la cortesía ni la hospitalidad, son cualidades indispensables en todo buen anfitrión. Las costumbres en la mesa se han desarrollado simultáneamente con la cultura de cada época, siendo diferentes tanto en el tiempo como en el lugar.


Brillant-Savarin afirmaba que "recibir a alguien como nuestro invitado equivale a responsabilizarse de su felicidad durante todo el tiempo que permanezca bajo nuestro techo", estaba expresando una regla que desde el principio de los tiempos ha sido tenida por sagrada.


Las buenas maneras no deben nunca ser contrarias con el buen humor y la simpatía, un abuso en la aplicación de las normas de protocolo puede desembocar en una rigidez incómoda y desagradable para todos los que comparten mesa.


Las relaciones entre personas se fundamentan en una buena conversación. Y uno de los momentos del día que favorecen este intercambio cortés y ameno es la hora a la que nos sentamos a comer. En familia, con compañeros de trabajo, amigos o clientes, las comidas no son sólo una forma de alimentar el cuerpo sino también el alma.


El sentido común y el respeto hacia los demás son la razón principal de ser de las buenas maneras en la mesa. Muchos dicen que es allí donde se conoce si una persona es bien educada o no, de hecho, quién no ha oído el dicho ¨en la mesa y el juego se conoce al caballero”. Parafraseando al anteriormente aludido Brillant-Savarin "lo que distingue al hombre inteligente de los animales no es lo que come sino el modo en que lo hace".

La mesa y comer en familia no solo es el lugar donde mejor
se demuestra una buena educacion sino uno de los lugares
idoneos para adquirirla.

CORAZON DE ALCACHOFA.


"Usted tampoco podría ser una alcachofa, por que incluso las alcachofas tienen corazón". Audrey Tautou (Amelie)

Su lugar de origen se sitúa en una amplia zona que cubre Asia Menor y el norte de África, formando parte de la cuenca del Mediterráneo e incluye a las islas Canarias, las Egeas y el Sur de Turquía y Siria, donde aún crecen en estado silvestre tres subespecies primitivas, que se consumían dos mil años antes de Cristo aunque las variedades que hoy conocemos parecen derivarse de una desarrollada en Italia. Es posible que al principio se comieran solo los tallos florales y las nervaduras carnosas de las hojas, como ocurre con el cardo, porque las inflorescencias eran muy pequeñas, espinosas y de sabor desagradable; pero que con el tiempo y cierta selección experimental fueron evolucionando a lo que son las alcachofas actuales.


Alcachofas y pan. (Claudio Bravo).

Al igual que otras muchas palabras que en castellano comienzan por “al” la palabra alcachofa es de origen árabe y significaría “el palo de espinas”. La planta denominada “Cynara” ya era conocida por griegos y romanos. Relata el poeta latino Horacio que emergía Zeus del Egeo cuando observó, tendida en la playa de la isla de Kynaros, a una bellísima joven, Cynara. Seducida por este, la muchacha le complació, Zeus en agradecimiento elevó a Cynara a la categoría de diosa. Pronto Cynara comenzó a recordar su isla, envolviéndola un profundo sentimiento de añoranza. Pero la condición de divinidad estipulaba que una diosa no debía quedar al alcance de los mortales, por lo que cuando Cynara volvió a las arenas mediterráneas, su enojado amante hizo que comenzaran a salirle unas coriáceas escamas que la envolvieron, quedando únicamente su sensual corazón confinado en el interior de una vulgar alcachofa.

La leyenda nos descubre que ya los antiguos conocían de sobra las bondades gastronómicas de esta sorprendente verdura, y lo que es más, el presunto carácter afrodisíaco que ha mantenido a través de los siglos. Fue el médico griego Dioscórides el primero en escribir sobre la alcachofa y se sabe por el naturalista latino Plinio el Viejo que griegos, romanos y cartagineses la conocieron y apreciaron; sabiéndose también que la conservaban en miel o vinagre, sazonada con comino y otras especies aromáticas para consumirlas durante todo el año. El escritor romano Paladio, autor del libro "Tratado de Agricultura", nos describe su cultivo y el uso que se hace de la alcachofa. Para los romanos era manjar de los Dioses y por la fama de ser afrodisíaca, se convirtió en algo tan escandaloso que no era posible ver a una mujer decente comiéndose una. Con el declive del Imperio Romano hubo una época de oscuridad hasta el siglo XV, durante la cual fue cultivada y mejorada por monjes en monasterios cristianos, evolucionando hacia la alcachofa actual.

Su gran debut fue en 1466, cuando la familia Strozzi la llevó de Florencia a Nápoles, donde recibió el nombre de “carciofi” y comenzó a cultivarse en mayor escala, expandiéndose luego a Sicilia, Cerdeña y otras regiones de Italia. En la época del rey francés Enrique IV y de su esposa Catalina de Médicis, se creía que la alcachofa era afrodisíaca, además de diurética y que servía para combatir la ictericia. Es por todo ello que nunca faltaba, según se dice, en las casas de gente noble. Entonces, sólo se utilizaban los fondos de la alcachofa. Se cuenta que la reina llegó a enfermar por comer fondos de alcachofa, pero creemos que se debía a las carnes, que se ponían encima de dichos fondos, fundamentalmente a base de crestas de gallo. El botánico italiano Castore Durante, nos dice que para saber si una mujer está embarazada basta hacerle beber un vaso de jugo de hojas de alcachofa; y si su estómago rechaza la bebida querrá decir que seguramente está embarazada.

El médico personal del rey francés Luis XIII decía que no era posible pensar en una verdadera comida, si en el menú no incluía, al menos, un toque a base de alcachofa. No nos olvidemos que en esa época, el comer esta hortaliza, era privilegio de la aristocracia.


Alcachofas (Gimeno).

El alto contenido en hierro de la alcachofa la hace especialmente indicada en pacientes asténicos y anémicos. Por su parte la enzima cinarina, ubicada preferentemente en los pétalos, tiene la virtud de cuajar la leche, por lo cual se utilizaba antiguamente para fabricar quesos. Debido a que los principios amargos pueden pasar a la leche materna, se desaconseja su empleo durante la lactancia, ya que los mismos pueden no solo dar mal sabor a la leche, sino también cuajarla. Los jugos de los tejidos finos de la alcachofa se utilizan en cosmética como base de los tónicos o lociones ligeramente astringentes útiles para limpiar y refrescar el cutis o para vigorizar el cabello, así como para otras aplicaciones medicinales y no alimentarias. Las hojas de la alcachofa se emplean para elaborar un licor llamado Cynar, que se usa como aperitivo amargo o bíter.

Finalizo recordando la estrofa que cierra la bella “oda a la alcachofa” de Pablo Neruda.

Así termina
en paz
esta carrera
del vegetal armado
que se llama alcachofa,
luego escama por escama desvestimos
la delicia
y comemos
la pacífica pasta
de su corazón verde.

MINIMIAM. UN UNIVERSO GASTRONOMICO.

"Las almas grandes tienen muy en cuenta las cosas pequeñas". ( Jose María Escrivá de Balaguer).

La japonesa Akiko Ida y el francés Pierre Javele son una pareja de fotógrafos que forman “Minimiam” un universo gastronómico en el que se desenvuelven pequeños personajes creando un mundo imaginario pero con escenas muy reales donde se reproducen, situaciones de la vida cotidiana, con un realismo impresionante, utilizando para ello, los alimentos corrientes de nuestra casa y unos pequeños muñecos a manera de personas.



Observando cada foto podemos comprobar que estos diminutos seres habitantes de un mundo alimentario tan especial, realizan labores muy curiosas. Pequeños obreros que retiran pepitas de una sandia, como si de molestas piedras se trataran, un diminuto jardinero que recorta un supuesto césped que cubre un kiwi, un equipo de pintores que trabajan sobre setas o un planeta imaginario de brócolis.



Este es el viaje de Gulliver pero no Liliput sino al mundo gastronómico. En un ejercicio de fantasía no sería impresionante un mundo en el que todo lo que nos rodeara fuese comestible.Quién no ha soñado con sumergirse en una mousse de chocolate, con cavar una cueva en un queso o una fruta, o con esquiar sobre chantilly…”. Un mundo onírico en el que los alimentos no existirían pues el propio mundo seria nuestro alimento.


Disfrutemos pues de este mundo que Minimiam nos ofrece, deleitémonos y soñemos, a través de esta muestra de cincuentiseis de sus fotografías podremos sumergirnos en el "gastromundo" que a muchos nos gustaría conocer de una forma real. Disfrutad pues, gracias a la labor de estos dos magníficos fotógrafos.







PLANETA HAMBRIENTRO. LO QUE COME EL MUNDO.EUROPA.

“Nada puede causar mayor placer a los ricos de hoy, que comer como los pobres de antaño” (Michel Charasse-exministro de Francia)

A través de las imágenes del fotógrafo americano Peter Menzel, tenemos la oportunidad de ser testigos de las desigualdades alimenticias que hay en el mundo, en el que sectores de población sobrealimentada conviven con otros sumidos en la desnutrición. El fotógrafo junto a la escritora Faith D'Aluisio, viajaron a lo largo de veinticuatro países de todo el planeta para describirnos los hábitos que en cada uno de ellos existen a la hora de comer. Pudieron ser testigos de los cambios que se han experimentado en la dieta del mundo entero, en las últimas dos décadas, como consecuencia del fenómeno de la globalización. No solo tomaron testimonio grafico de las familias sino que visitaron supermercados, puestos de comida ambulante y todas aquellas cosas que nos ayudaran a entender la cultura y el estado de la gastronomía de cada país.

EUROPA

ALEMANIA-FAMILIA MELANDER-Barteheide


Las mañanas de fin de semana comienzan con un desayuno de bollos de panadería local. Normalmente cocina la madre, su horario laboral contribuye a que padre e hijos se preparen su propia comida. Las compras las realizan en supermercados, pero sin renunciar a la costumbre alemana de visitar periódicamente los mercadillos que son frecuentes en pueblos y ciudades, aun en los días de invierno más crudo, cuando el vino caliente Gluwein mantiene a los compradores calientes. Los vendedores ambulantes viajan de ciudad en ciudad ofreciendo productos locales, condimentos, quesos, carnes y pescados.


BOSNIA-FAMILIA DUDO-Sarajevo

Durante los peores días de la guerra, al comienzo de la década de los noventa, la familia Dudo logro evitar las colas de racionamiento de agua, blanco favorito de los francotiradores, obteniendo agua de un pozo que habían perforado antes de la contienda, compartiéndolo con algunos vecinos. Pasada la guerra la vida es mucho más fácil pero aun luchan por recuperar la seguridad económica anterior al conflicto. Ella trabaja en una organización humanitaria de ayuda a los musulmanes, y él es taxista. Es costumbre que la familia se reúna a la hora del almuerzo, la comida más importante del día.

FRANCIA-FAMILIA LE MOINE-Montruil


Durante la semana, los padres, él técnico en una empresa americana de informática, ella, empleada en una biblioteca pública, comen en sus respectivos trabajos mientras tanto sus dos hijas subsisten a base de yogures, comida china y comida industrial tipo Mcdonald. Sin embargo los fines de semana, procuran cocinar según la tradición francesa: gratinados, carnes con presentaciones complejas, ensaladas y quesos, postres muy elaborados, todo ello acompañado de vino francés. Por sus actividades, cada vez acuden menos a clásicos de distribución, generalmente compran en los supermercados Auchan.


ITALIA-FAMILIA MANZO-Sicilia.


El padre es vendedor en una pescadería en las proximidades de su casa. Se levanta antes del amanecer y acarrea con un cubo de hielo para extenderlo a lo largo del mostrador a manera de cama sobre la cual expondrá el pescado para vender. Su esposa también madruga, para atender a sus hijos mayores, que se van muy temprano para el colegio. En su camino hacia el colegio hacen una pequeña parada en la pescadería donde trabaja el padre para pedirle dinero que gastaran en caramelos y zumos industriales.


POLONIA-FAMILIA SOBCZYNSCY-Konstancin-Jezioma


La familia Sobczynscy está cumpliendo el sueño de construirse una casa en las afueras de Varsovia, después de compartir apartamento con los padres de ella tras quince años de matrimonio. Aunque sea costumbre polaca convivir varias generaciones bajo un mismo techo ellos desean disponer ya de su propio espacio. Recientemente han abierto un restaurante de sushi, él ejerce de chef, ya que aprendió con un maestro japonés en Varsovia. Para comer en familia siguen las costumbres polacas aunque las nuevas generaciones sienten una fuerte atracción por la comida basura.

REINO UNIDO-FAMILIA BAINTON-Collingbourne Ducis.



El entorno de la familia Bainton está formado por una típica postal inglesa, un paisaje muy verde al oeste del país, fértiles campos de cultivo salpicados de pequeñas casas rurales. Él es soldador, pero avezado en el arte culinario, ella es profesora de niños con necesidades especiales, y quien normalmente se ocupa de cocinar, aunque durante la mayor parte de la semana se conforme con comida rápida congelada. Sin embargo durante los fines de semana disfrutan del típico desayuno inglés consistente en salchichas con huevos, tomates estofados y judías pintas sobre tostadas. Sus compras las suelen realizar en los almacenes Waitrose.

EL GARUM.

“Ningún licor ni perfume tiene mayor precio y da tanta fama a los lugares donde se fabrica”. (Plinio el Viejo).

Durante siglos en toda la zona que rodea al Estrecho de Gibraltar, en la que podemos incluir la franja costera malagueña, se llevó a cabo una amplia actividad destinada a producir un producto muy apreciado, que nos permitió desarrollar un tráfico comercial de mercancías con sociedades que se encontraban alejadas de nuestro entorno más cercano. Esta circunstancia junto con otras permitió que las poblaciones de estos lugares donde hoy nos encontramos gozaran de un desarrollo urbanístico y social, así como de una riqueza superior a la media de la época.


Baelo Claudia. (Rafaela Navajas Ruiz).

Este producto era denominado por los romanos como garum, que tomaron su nombre del griego garos, nombre del pescado con el que comenzó a elaborarse. Tanto griegos como fenicios ya lo utilizaban con anterioridad a los romanos y venían produciendo elaborados ligados a la industria de la salazón del pescado. Probablemente el garum empezó siendo un subproducto de esta industria pesquera, porque para hacerlo se valían de las vísceras y despojos. Sin embargo la demanda terminó siendo tan grande que la salazón acabó siendo la actividad secundaria en numerosas explotaciones hispanas. Por otra parte, el garum, se podía elaborar de una forma continuada, mientras que la salazón solo se podía producir en los periodos coincidentes con los procesos migratorios de determinadas especies a través del estrecho. Su mayor auge se corresponde con la creación del imperio romano en época republicana, con el lujo que se introduce en las grandes familias del momento, con la introducción de muchos productos nuevos en los circuitos comerciales, y con el incremento de nuevas ciudades, que constituyeron los principales mercados para este producto.


¿Pero en concreto que era el garum? Pues era una salsa de pescado que consistía en mezclar en determinadas cantidades sal y productos pesqueros seleccionados por sus propiedades. A esta mezcla inicial podían añadirse especias y hierbas aromáticas, así como otros componentes, que permitían conseguir una extensa gama de variedades del producto. En el proceso era fundamental la maceración natural, a ser posible a pleno sol, y el productor debía facilitar la autodisolución agitando el preparado con asiduidad. Los pasos finales de filtrado y tamizado proporcionaban salsas de primera, segunda o tercera calidad. Son pocas las informaciones que sobre este proceso han llegado hasta nuestros días, siendo las que tenemos bastante generales y no facilitan todos los detalles que nos gustarían. Basándonos en textos de autores clásicos podemos determinar a groso modo cual eran los componentes que intervenían en esta salsa y los pasos a seguir para su elaboración y de igual modo establecer el uso que hacían de ella.


A través de la novela del Satiricón del escritor y político romano Petronio, conocido como “arbitro de la elegancia” por su tendencia desmedida al lujo y la elegancia, nos ha llegado la fórmula de preparación del garum descrita por el autor africano Gargilio Marcial: “ En una vasija de aproximadamente treinta litros de capacidad se coloca en el fondo una capa de hierbas aromáticas: anís, eneldo, cilantro, apio, ajedrea, caramillo, hierbabuena, sisimbrio, poleo, serpol, orégano, betónica, adormidera, hinojo, ruda, menta, albahaca, tomillo, etc., sobre ella peces enteros si son pequeños y troceados si son grandes, como: salmonetes, anguilas, sardas, sardinas, jureles, y la morralla que suele venir en las artes de pesca, finalmente una capa espesa de sal, y así alternativamente. Se tapa y se deja reposar siete días y durante veinte más se remueve todo dos o tres veces al día”.


Dependiendo del filtrado y tamizado que sufría esta masa fermentada podíamos obtener diferentes tipos de garum. El garum propiamente dicho que era el líquido proveniente de los intestinos y otros desechos del pescado, macerados en sal hasta su transformación en sal pútrida. “Muria”, que era una salmuera aromatizada y empleada como conservante de otros alimentos como legumbres, frutas, olivas, también con este nombre era conocido un garum de inferior rango derivado de atún de inferior calidad. “Hallec”, consistente en una salsa preparada con los desechos del filtrado de garum, o también un garum procedente de lubina. “Liquamen”, salsa derivada de la maceración de pequeños peces completos hasta convertirse en liquido. Mezclado con diferentes agregados, con vino “oenogarum”, con aceite “oleogarum”, con agua “hidrogarum”, con vinagre “oxygarum”. El garum “castimoniarum”, especial para los judíos, elaborado con peces con escamas como prescribe su religión.




Diferentes tipos de anforas utilizadas para el transporte del garum.

Vemos pues que el garum no es ni una receta, ni un plato, sino un ingrediente confeccionado industrialmente, que se utilizó para aderezar y elaborar múltiples platos. Tenemos pues que suponer que su uso en las cocinas romanas, era el de dar a las comidas elaboradas un gusto a mar, en su más amplio sentido, sabroso, salado, con sabor a pescado y a marisco.

Lamentablemente no hemos podido recuperar un producto de tanta significación histórica y cultural para nuestro pueblo, tal vez sea porque en los diferentes intentos llevados a cabo se ha ignorado el cometido que en ello debiesen jugar tanto historiadores, arqueólogos o filólogos. Esperemos que algún día dicha iniciativa pueda llevarse a cabo y disfrutemos de la salsa por excelencia de nuestros antepasados.



Prueba de la importancia que tuvieron las factorias de la salazón de pescado y la producción de garum en el entorno del Estrecho de Gibraltar son las ruinas de la ciudad romana de Baelo Claudia ubicadas en la costa gaditana que dan fé que dicha actividad influyó de una manera fundamental tanto en el desarrollo urbanistico como social de las comunidades aquí asentadas.

GEORGE AUGUSTE ESCOFFIER.

"La sencillez debe ser la característica de la presentación". (George Auguste Escoffier).

El 28 de octubre de 1846, en un pequeño pueblo cerca de Niza, llamado Villeneuve Loubet, vino al mundo George Auguste Escoffier. Educado en un ambiente familiar humilde, Auguste era conocido como un hombre de buen humor, fuerte y afable.

Cuando tenía doce años fue a la escuela municipal. El interés que mostró por la pintura le dio la oportunidad de comprender la belleza de su alrededor y presagiaba la tendencia hacia facetas artísticas. Auguste adoraba y admiraba a su abuela, quien fue una de las personas que más influenciaron en su futuro. Probablemente fue durante el juego en la cocina de la abuela que brotó el deseo de dedicar su vida a la creación de delicatesen artísticas.



Villeneuve Loubet lugar de nacimiento de George Auguste Escoffier.

A los trece años, Auguste fue mandado a Niza, donde su tío había fundado “Le Restaurant Francais”, un lugar que perduró hasta 1910. La vida en la cocina era muy dura en esa primera etapa y el tío de Escoffier no le otorgó ningún tratamiento especial. Aparte de cooperar en la cocina, Auguste tuvo que ayudar en la casa, eligiendo y comprando las provisiones y coordinando el servicio.

Cuando Escoffier tuvo diecinueve años, el propietario de “Le Petit Moulin Rouge”, el restaurante de moda de París, lo conoció durante una visita a Niza y le ofreció incorporarse a su equipo. Allí permaneció el joven Escoffier hasta que fue reclamado para la guerra entre Francia y Prusia, donde ejerció como jefe de cocina.


Fueron esos días de guerra los que obligaron a Escoffier a investigar muy seriamente sobre la necesidad de preparar comida preenvasada. Era el primer cocinero en estudiar en profundidad la técnica de envasar carne, vegetales y salsas. Después de la guerra, regresó a “Le Petit Moulin Rouge” donde conservó su cargo hasta 1870. Continuó con importantes trabajos desde el “Palais Royal” hasta “La Maison Maire”, ambos en París y en 1880, contrajo matrimonio con Delphine Daffis, la hija de un editor de quien tuvo dos hijos y una hija. A ella le debemos la inclinación literaria de Escoffier, ya que él le escribía poesía, ella contribuyó en la primera publicación de él, “Le Traité sur L'art de Travailler les Fleurs en Cire “(Tratado sobre el Arte de Trabajar las Flores en Cera) en 1886, a pesar de las veces que tuvieron que vivir separados en la distancia, ellos mantuvieron un profundo amor el uno al otro hasta su verdadero fin, más de medio siglo después.


George Auguste Escoffier.

Desde 1886 hasta 1934, Escoffier escribió y publicó una media docena de libros cuya temática era la cocina. No cabe duda que este trabajo escrito refleja la una identidad vanguardista de una persona adelantada a su propio tiempo.

En 1884 paso a ser el director de cocina del Grand Hotel en Monte Carlo y durante los futuros seis años repartió su tiempo entre el Grand Hotel en invierno y el Hotel Nacional en Lucerna, Suiza, durante el verano. Fue allí donde Escoffier se relacionó con César Ritz quién era natural de un pequeño pueblo en los Alpes suizos. Ritz había iniciado su carrera como ayudante en un hotel y muy rápidamente subió la escalera hacía el Hotel Management. La complicidad y trabajo en equipo entre Ritz y Escoffier traería como consecuencia los cambios más significativos en el desarrollo moderno de la industria hotelera.

En 1890, Ritz y Escoffier fueron reclamados por el Hotel Savoy en Londres como gerente general y gerente de restaurante respectivamente. El éxito fue más allá de lo que podía esperarse. De esta simbiosis entre ambos personajes surgieron hoteles en todas partes del mundo, incluyendo el Savoy y Carlton en Londres, los hoteles Ritz en París, Londres, New York, Montreal, Philadelphia y muchos otros. Inmediatamente los nombres Ritz y Carlton se convirtieron en sinónimos de calidad y altos niveles de lujo.

Cesar Ritz

Escoffier frecuentemente confeccionaba los menús él mismo cuando conocía a los clientes, si no conocía a alguno, le pedía información al Mesonero Jefe sobre sus nacionalidades, gustos y sobre cuántos comensales había a la mesa y sus preferencias, está información le permitía adaptar los menús a las exigencias de sus invitados.

Cada noche, Escoffier pensaba en nuevos menús que fueran encontrados apetitosos por los gourmets que iban al Savoy atraídos por su presencia en las cocinas. Escoffier inventó numerosos platos en honor a sus invitados más notables, la más famosa es el Melocotón Melba, en honor a la cantante australiana Nellie Melba, que durante 1892 y 1893 vivió en el Hotel Savoy, ella intervino en la ópera Lohengrin en el Convent Garden Opera House y Escoffier, quien era un apasionado del teatro, fue uno de sus más apasionados oyentes.

La escena del cisne majestuoso le dio la idea para prepararle una sorpresa a la cantante. En una cena ofrecida por el Duque de Orléans en honor al éxito logrado por la cantante, aprovechó la oportunidad para llevar a cabo el homenaje a Madame Melba: Sostenido entre las alas de un bello cisne tallado en hielo había melocotones reposando sobre una cama de helado de vainilla y cubierto por una capa de azúcar nevada, había nacido el melocotón melba.

Fue el día de la apertura del Hotel Carlton de Londres que Escoffier decidió incluirlo por primera vez en un menú, a su vez quiso elegir un sabor con el cual darle un toque de elegancia al postre, de todas las gamas de sabores de fruta, escogió la frambuesa. Así el melocotón melba entró en la gastronomía.

Otras recetas que existen son el Chaud-Froid Jeanette, en memoria al Jeanette, un buque explorador atrapado en 1881 en el hielo polar ártico, toda la tripulación murió excepto dos marineros, quienes después de irrepetibles esfuerzos lograron alcanzar la costa de Siberia, Cuisses de Nymphe Aurore un plato de ancas de rana para el Príncipe de Gales, Tournedos Rossini, en honor al gran compositor italiano Gioacchino Rossini y la Ensalada Réjane y Mignonettes Raquel de Codorniz, en honor a dos grandes actrices. Evidentemente no se hace mención a todas las recetas que lo hicieron convertirse en el "Emperador de los Chef y el Chef de los Emperadores".

Comedor del hotel Savoy en Londres donde trabajo Escoffier.

César Ritz y Auguste Escoffier, cada uno en su ámbito, crearon y organizaron equipos de trabajadores de primera nivel, que se difundieron por todas partes del mundo, haciendo prestigiosa la cultura hotelera francesa. Escoffier poseyó poderes muy amplios y su comparecencia en las cocinas fue solicitada varias veces por día. Las expectativas de su clientela exigente hicieron que Escoffier concibiera todo un concepto de comida, tiempos de preparación, consideración de tiempos de comer y digestión, etc.

En 1898, Escoffier y Ritz abrieron el Hotel Ritz en París, que fue el más avanzado e innovador de su tiempo. Tenía luces eléctricas y baños privados en cada habitación. La cava de vinos poseía cuatro mil botellas de vinos selectos y otra cava de reserva, a pocas calles del hotel, albergó a otras ciento ochenta mil botellas.

En 1899, se abrió el Carlton Hotel en el corazón de Londres. Las cocinas, administradas por Escoffier, y con un equipo de sesenta cocineros, eran organizadas para servir menús a la carta, una práctica introducida por primera vez en el Carlton. El equipo Escoffier-Ritz se separó en 1901 cuando Ritz tuvo un ataque de nervios que lo llevó a la muerte en 1918. Escoffier permaneció en el Carlton hasta 1919.

En 1902 se publicó el primer libro Guía Culinaria, una obra increíble de unas cinco mil recetas y guarniciones. En 1904, la línea de barcos Hamburg-America Line, decidió introducir un servicio a la carta en sus buques. Escoffier fue requerido para planificar las cocinas y los restaurantes que fueron llamados The Ritz Carlton Restaurants.

A bordo del barco “Emperador”, poco antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial, se cuenta que el mismo emperador Guillermo II fue tan seducido con el trabajo de Escoffier que se dirigió a él y le dijo: “¡Yo soy el emperador de Alemania, pero usted es el emperador de los chefs!”.

A la edad de setenta y tres años, Escoffier decidió retirarse a Monte Carlo y en 1920, el comandante de la Legión de Honor y director de Educación Técnica otorgó a Escoffier la Orden de “Oficial de la Legión de Honor” y en ese momento se convirtió en el primer chef en ser honrado. Auguste Escoffier murió el 12 de febrero de 1935 a la edad de ochenta y nueve años en Monte Carlo y su nombre sigue siendo sinónimo de la cocina moderna hasta el presente.

Hotel Ritz de Paris fundado por Escoffier y Ritz.

La cocina moderna le debe mucho a Escoffier quien tecnificó los trabajos en la cocina moderna. El trabajo en la cocina debía de ser organizado para que la calidad de la comida no fuese deslucida por la velocidad con que la comida tenía que ser servida para un número de clientes. Las consideraciones higiénicas tenían que ser tenidas en cuenta y más aún en países donde el suministro de provisiones era muy complicado como lo era Francia en aquellos años, Escoffier puso en práctica un sistema de despensa con el cual compatibilizó una buena calidad con precios económicos. Otro avance fue el cambio notable que estableció en la presentación de los platos y sobre todo en la elección de la porcelana. Su principal atención tenía que ver con la comodidad del cliente. Así, él escogió porcelana fina, plata, lino y cristalería los cuales mejoraban extraordinariamente las comidas y el vino.

Al comienzo de la carrera de Escoffier, el cocinar no era tenido en alta consideración, esto era debido especialmente a la lentitud con la cual se subían posiciones y también a las duras condiciones de trabajo. Cocinar llevaba gran parte del tiempo alrededor de una estufa con un calor angustioso y en medio de muchos olores, los cuales al concentrarse, eran en la mayoría de los casos insoportables. En la cocina se trabajaba sin un momento de respiro. Por estas razones, en las cocinas de la mitad del siglo XIX, era inevitablemente corriente la ingesta de bebidas alcohólicas en la cocina. Escoffier estudió los riesgos de tales comportamientos.

La cocina, el ambiente en la cocina y el aspecto de los cocineros, degradado por años de trabajo en esas condiciones y por su intemperancia, daban bastante que pensar sobre sus platos. Escoffier, por su pequeña estatura, estuvo sentenciado a sufrir más que los otros por el calor de las estufas, sin embargo, Escoffier nunca se permitió beber o fumar, él hizo de esto un punto de honor para preservar perfecto su gusto. Después, cuando llego a ser un Chef, requirió a un célebre doctor para inventar una bebida agradable y saludable que consiguiera aliviar la incomodidad de cocinar en tales circunstancias. Así que en todas las cocinas de hoteles que él proyectó, había un gran envase que contenía una bebida no alcohólica de cebada. Esto facultó a Escoffier el prohibir la bebida de alcohol en la cocina. La bebida incitaba también a las vulgaridades, siempre había gritos y blasfemias, y los jóvenes aprendices siempre eran tratados inhumanamente. Escoffier luchó principalmente contra los insultos profesionales y el lenguaje vulgar. Maldiciones, juramentos y groserías, consecuencia del alcoholismo no fueron permitidas jamás.

Escoffier también se preocupaba sobre la limpieza de sus empleados en las horas de trabajo, y también los alentaba a vestirse y comportarse mejor cuando estaban fuera de su trabajo. También tenia interés en el estatus educativo de sus trabajadores, y les recomendaba adquirir la cultura necesaria para su entrenamiento profesional, el cual comenzaba a muy temprana edad y así estar preparados cuando les tocara su turno.

La brigada de cocina (también conocidos como Chef de parties) fue un método desarrollado e implantado por Escoffier, durante siglos las cocinas habían estado separadas en secciones, pero fue él quien diseño y organizó un sistema para asegurar que no se hiciera un doble trabajo y las cosas estuvieran correctamente organizadas. Las cocinas de Escoffier eran proyectadas para que se trabajara rápida y organizadamente, cabe subrayar que él fue quien introdujo la sartén de freír en la cotidianidad inglesa.




Melocotón melba.

Escoffier también fue responsable en la simplificación del menú en vez del extenso arreglo de platos servidos todos al mismo tiempo. Los escritos culinarios de Escoffier son trabajos de autoridad. Los más conocidos son Le Guide culinaire (1903) y Le Livre des menus (1912), ambos escritos en colaboración con Philéas Gilbert y Émile Fétu, y Ma cuisine (1934). Otros trabajos incluyen Le Riz (1927), La Morue (1929), el magazine Le Carnet d'Epicure (1911) y Les Fleurs en cire (1910, esta era una nueva edición de Le Traité sus l'art de travailler les fleurs en cire, 1886).

Se retiró de la cocina definitivamente en 1921, tenía entonces setenta y cinco años y había ejercido su arte por sesenta y dos años. En toda la historia de la cocina, no hay otro modelo de tan larga carrera profesional. Murió el 12 de Febrero de 1935 a los ochenta y nueve años de edad, en su casa La Villa Fernand, 8 bis Avenue de la Costa en Montecarlo, pocos días después de su esposa. Fue enterrado en el panteón familiar en Villeneuve-Loubet.

Uno de sus antiguos alumnos, Joseph Donon, apuntó la idea de convertir la casa natal de Escoffier en un museo de las artes culinarias, esta idea fue llevada a cabo y el Museo de Arte Culinarias Auguste Escoffier de inaguró al público el 2 de Mayo de 1966.