EL CONEJO DE LA SUERTE.

Conejos y embustes, igualmente rápido se reproducen. (Refranero).

El conejo, sabemos de su existencia vinculada al ser humano desde los primeros tiempos. En principio habitaba en toda Europa como así lo demuestran restos fósiles, pero con motivo de la última glaciación se fueron desplazando hacia la Península Ibérica y norte de África, siendo en estas zonas donde comienza su historia de convivencia con el hombre. Son ellos los que dan nombre a nuestro país, pues el termino España procede del latino Hispania, este a su vez es probable que derive de la expresión fenicia “i-spn-ya” cuyo significado es “tierra de damanes” debido al gran número de conejos que los fenicios encontraron a su llegada a la península. Si bien es cierto que al principio los confundieron con damanes, roedores de similar aspecto, habituales en Oriente Medio. Los romanos le dieron por tanto a Hispania el significado de “tierra abundante en conejos”.




Chico con conejo. (Henry Raeburn).

Amado y odiado simultáneamente, puesto que su abundancia se traducía en la devastación de cosechas y su escasez en un desequilibrio del ecosistema, ya que son numerosas las especies esencialmente carnívoros que su densidad de población está estrechamente unida al número de conejos existentes, por ser estos su principal fuente de alimentación, pasando de esta manera a ser parte determinante en la cadena alimenticia del ecosistema en el que habitan. Desempeñan de igual modo un papel importante con su actividad excavadora que favorece la ventilación, mezcla y renovación de los suelos. Además sus excrementos sirven de abono y nutriente, permitiendo el óptimo desarrollo de un gran número de plantas. Son transportadores de semillas contribuyendo de esta forma a la difusión de las especies vegetales. En general el conejo contribuye de forma muy positiva al equilibrio del ecosistema mediterráneo.

Su nombre proviene del latín “cuniculus” que era el nombre que le dieron los romanos a los túneles o galerías que hacían en el subsuelo para hacer sus madrigueras y esconderse. Era tan abundante el conejo en nuestro territorio que Catulo, uno de los poetas más reconocidos del Imperio, para referirse a Hispania decía de ella en un tono tal vez peyorativo “cuniculosa celtiberia”. Los romanos fueron los primeros que valoraron la importancia gastronómica del conejo, dando lugar a un primer desarrollo de la cunicultura o arte de criar conejos, para ello tenían recintos expresamente dedicados a dicha actividad que llamaban “leporarias”. Era un animal muy apreciado en la cocina romana, siendo una gran fuente de proteínas. Por escritos de Apicio sabemos que se cocinaban ahumados o en salsa, constituían bocados exquisitos los embriones de conejo asados.


En la religión cristiana, el conejo, símbolo de fertilidad por lo prolíficas que son sus hembras, tiene un gran significado al final de la Semana Santa. Un protagonismo repartido con los huevos de chocolate decorados. La tradición nos relata que cuando Jesucristo fue metido en el sepulcro, allí dentro se quedó encerrado un conejo que, muy extrañado y sin comprender lo que ocurría, advertía que todo lo que había a su alrededor era triste y penoso. El animalito permaneció fascinado cuando presenció como único testigo la resurrección de Cristo. Corrió veloz para anunciar la buena nueva a su vecindad. Ya que los conejos no hablan, utilizó el simbolismo de los huevos, que en la cultura egipcia representaban buenas noticias en función de los colores que mostrase su decoración. Por eso, cada Domingo de Pascua es costumbre obsequiarse conejos y huevos de chocolate entre padrinos y ahijados.



Bodegón con conejo. (Gerardo Sacristan Torralba).

La costumbre del conejo de Pascua se remonta a las festividades anglosajonas precristianas, cuando el conejo era el símbolo de la fertilidad asociado a la diosa Easter, a quien se le dedicaba el mes de abril, sinónimo de noticias positivas en las culturas más diversas del mundo. Desde las creencias orientales hasta la religión católica, allá donde aparece este animal, los hechos que se van a producir son buenos y el ambiente que se crea es muy favorable siendo signo de buena suerte. Progresivamente, se fue incluyendo esta imagen a la Semana Santa y, a partir del siglo XIX, se empezaron a fabricar los muñecos de chocolate y azúcar en Alemania, de donde es originaria la costumbre.

En un momento de escepticismo como la época en la que vivimos, la pata de conejo sigue siendo uno de los amuletos favoritos para atraer la buena fortuna. La noche del estreno de una obra de teatro, los actores se maquillan con una pata de conejo. Para desearle buena suerte en la vida, se frotaba la frente de los recién nacidos con una pata. Los conejos también fueron vinculados con la oscuridad, la brujería y el demonio, por cobijarse en madrigueras bajo tierra, por lo que poseer la pata de un conejo como amuleto era signo de relación con fuerzas ocultas. Otra creencia, originada en las islas Británicas antes de la llegada del cristianismo, mantenía que los conejos, como lo fueron los gatos en la Edad Media, eran brujas disfrazadas, y que sólo se podían matar con una bala de plata.


Que a pesar de las dificultades por las que atraviesa en la actualidad la población de conejos, debido a múltiples factores, tengamos la fortuna de que se recupere y continúe siendo esa parte tan fundamental en nuestro ecosistema, ¡buena suerte, conejo!.

LA CANELA, DULCE MADERA.

" Azucar y canela, hacen la vida buena". ( Refranero ).

Su nombre proviene del vocablo griego “kínamon”, nombre con el cual los helenos se referían a esta especia originaria de la isla conocida como la "lágrima de la India": Sri Lanka, antiguo Ceilán. Puesto que al extraerse las cortezas internas del árbol del que proceden, estas toman forma de pequeñas cañas o cánulas. Es probable que se haya tomado la palabra latina en diminutivo “cannella” para convertirla en canela. En español también es conocida con el término cinamomo.



En China es conocida desde el año 2500 a.C. considerándola un producto tan valorado como el oro. No obstante existen otras zonas donde fue utilizada para ofrendas religiosas como en Oriente Medio, donde el primer manojo se ofrecía al sol y con el segundo se encendía el fuego sagrado para sus sacrificios a los dioses. También los habitantes del Antiguo Egipto fueron conocedores de las propiedades de esta especia, comerciando con ella y otras plantas aromáticas como la mirra. Algunos jeroglíficos descubiertos en un templo revelan que la reina egipcia Hapshepsut envió sus barcos a Somalia y estos regresaron repletos de árboles de canela, incienso y mirra. Es la razón por la cual en el mundo antiguo la zona de Somalia y Etiopía fueron conocidas como el país de la canela.

El pueblo hebreo guarda también una gran devoción por la canela pues es uno de los componentes del “aceite de la unción santa”. Este se encuentra en la biblia, en el antiguo testamento y sus normas de preparación fueron indicadas a Moisés por Dios. Habló el Señor a Moisés, diciendo: “Toma también de las especias más finas: de mirra fluida, quinientos siclos, de canela aromática, la mitad, doscientos cincuenta, y de caña aromática, doscientos cincuenta, de casia, quinientos siclos, conforme al siclo del santuario, y aceite de oliva. Y harás de ello el aceite de la santa unción, mezcla de perfume, obra de perfumador, será aceite de santa unción”. Este aceite era usado para la santificación de la Casa de Dios, el tabernáculo donde Dios descendía y hablaba por medio del Arca de la Alianza.


Tanto griegos como romanos la utilizaban como aromatizante de sus vinos. Para los primeros representaba a la diosa del amor, Afrodita, de ahí la popularidad de esta especia para atraer el amor y estimular el deseo sexual. Los romanos no la introducen en la cocina hasta el final del imperio. Tanto Plinio en su “Historia Natural” como Dioscórides en “De la materia médica” y Ptolomeo, describen esta especia y confirman siguiendo a Herodoto, que la introducción de la canela se realiza a través de los asentamientos egipcios del Mar Rojo, bien desde Etiopía o desde la costa árabe opuesta. En la época de Herodoto se propagaron mitos fabulosos en los que se narraba que para coger canela había que realizar trabajos asombrosos, con esta táctica se pretendía disuadir a los competidores, elevar los precios y mantener oculto el lugar de explotación de esta especia. Los emperadores romanos utilizaban la canela como perfume, existían unos personajes llamados los “seplasarii” o perfumistas que la vendían a la puerta del Capitolio. Según nos cuenta Galeno todos los emperadores guardaban entre sus tesoros cofres repletos de canela. Livia, la mujer de Augusto mandó erigir en su honor, un templo en torno a un gran trozo de canela depositado en una copa de oro. De igual forma también se dice que el emperador Nerón asesinó a su esposa en un ataque de ira y luego como señal de arrepentimiento ordenó quemar en su pira funeraria toda la canela que se hallaba almacenada en la ciudad de Roma.



Vasco de Gama descubridor de la ruta por mar hacia la canela

Fueron los árabes quienes comerciaban principalmente desde Ceilán y así se mantuvo hasta la llegada de un personaje de vital importancia en el mundo de las especias, Marco Polo. Éste y su familia tenían el conocimiento de que Ceilán no sólo era el lugar del mundo de mayor producción de canela sino también la de mejor calidad, circunstancia que mantuvieron oculta con objeto de no perjudicar el monopolio que Venecia ejercía sobre el comercio de la misma, y que se prolongó durante los siglos XIII y XIV durante los cuales los venecianos fijaban el precio de la canela que se había convertido ya por entonces en un elemento fundamental en la gastronomía medieval.

Posteriormente los portugueses al frente de los cuales estaba el gran navegante Vasco de Gama abren la ruta hacia las indias circunnavegando África y toman Ceilán en los primeros años del siglo XVI, encontrando en la isla gran cantidad de canela en estado silvestre y obligando al rey de este país a pagar un tributo anual de 12.000 kg. Durante cinco décadas mantuvieron el control de la explotación y comercio de la especia. Fueron a continuación los holandeses quienes ocuparon la isla en el siglo XVII beneficiándose de su cultivo durante siglo y medio, luego los británicos mediante la Compañía de las Indias Orientales adquirieron el monopolio hasta que finalizando el siglo XVIII se liberó su cultivo y comercialización.


Seguramente por su aroma, por su especial sabor o por sus innumerables aplicaciones terapéuticas, la canela ha estado siempre rodeada de un halo de romanticismo. En el lenguaje victoriano de las plantas, su significado es “mi fortuna es la tuya”, a lo cual podríamos agregar que la nuestra es el haberte conocido.