LA LECHUGA.

"Comeran la carne esa misma noche, la comeran asada al fuego, con panes ácimos y lechugas silvestres". (Exodo).

La lechuga es una planta comestible de indudable importancia en la gastronomía mediterránea, su protagonismo no es nuevo y se remonta al mundo antiguo. Su nombre deriva del genérico "lactuca" que procede del latín “lac” (leche). Tal etimología hace referencia al líquido lechoso, de apariencia "láctea", savia que segregan los tallos de esta planta al ser cortados, lo que evidentemente le confiere un simbolismo de fertilidad sexual y por tanto de alimento mágico. Se mantienen dudas sobre su lugar de origen, puesto que algunos investigadores lo sitúan en la India mientras que otros expertos señalan la cuenca mediterránea, siendo ésta la posibilidad con la que coincide la mayor parte de los investigadores. Los persas favorecieron la difusión de la lechuga por la costa europea, llegando primero a las tierras griegas y, después, a la floreciente cultura romana hace aproximadamente 2.500 años.


Lechugas. (Osvaldo Cantillo Rojas).

Las referencias que encontramos en los clásicos sobre esta verdura abarcan desde sus propiedades y variedades hasta sus contraindicaciones. Muchas son las variedades de lechugas conocidas por los antiguos, varias han llegado a nuestros días. Las referencias que encontramos en las fuentes clásicas son tanto de lechugas cultivadas como silvestres. El autor clásico que describió las variedades de lechugas fue Teofrasto que en su libro “Historia de las plantas” afirma: “De las lechugas, la blanca es la más dulce y más tierna. Sus especies son tres: la de tallo ancho, la de tallo redondeado y, en tercer lugar, la de Laconia. Ésta tiene la hoja semejante al cardo, pero recta y bien desarrollada, y no echa tallos secundarios a partir del tronco. Algunas de las plantas llegan a tener un tallo tan ancho que hay quien las utiliza como portilla de los huertos. Si se cortan los tallos vuelven a salir más sabrosos”.


Las propiedades que se le atribuyen a las lechugas las encontramos enumeradas por Dífilo de Sifnos: “el tronco de la lechuga es muy nutritivo y difícil de evacuar, más que las hojas que son flatulentas, nutritivas y fáciles de evacuar. Es estomacal, refrescante, digestiva, somnífera, suculenta y mitiga el deseo sexual. Cuanto más tierna es más digestiva y somnífera. Las estivales son las mejores, mientras que las otoñales son poco nutritivas y sin sabor. El tronco de la lechuga quita la sed. La lechuga hervida en una cazuela es muy buena para la salud.” En la Historia Natural de Plinio también podemos ver sus excelencias: “la lechuga es astringente por naturaleza y cura los ataques de gota”.


Pero existía una maldición divina sobre la lechuga, su consumo inhibía el deseo sexual, principalmente ”la lechuga redonda, de pocas raíces y hojas lisas”. Los pitagóricos llamaban “eunuco” a la lechuga de hojas anchas y sin tronco. Y entre las mujeres griegas se la denominaba “astýtis” que significa impotente. Pero, ¿de dónde venía la creencia de que su consumo producía impotencia? Su origen lo encontramos en el mito de Adonis. Cuenta la leyenda que el cuerpo herido de Adonis por los colmillos de un jabalí, fue colocado por Afrodita sobre un lecho de lechugas. La diosa estuvo llorando su muerte durante tres días, estas lágrimas convirtieron a la lechuga en el símbolo de la negación del amor. Las mujeres griegas y romanas conmemoraban la muerte de Adonis llevando a cabo una fiesta en los equinoccios de primavera que duraba cuatro días. Tras llorar la muerte del joven durante los tres primeros días, al cuarto sólo consumían esta verdura por haber servido como lecho de muerte de Adonis.


En las mesas griegas, se servía al final del banquete por considerarla digestiva. Con el tiempo acabó utilizándose como aperitivo, pues se pensaba que abría el apetito. Se servían hervidas acompañadas de salsas, frescas, en purés, etc.


Los romanos la consumían antes de acostarse, después de una cena copiosa, para poder conciliar el sueño. Además, conocían distintas variedades de lechugas. El emperador Augusto, fue curado de una grave afección hepática gracias al empleo juicioso que de la lechuga le prescribió su médico Antonius Musa. Paracelso y Avicena la tuvieron en gran estima para curar diversos males.


Sus distintas variedades llamaron siempre la atención. Al parecer, las más conocidas eran las de hoja suelta; en tanto que las acogolladas no se conocieron en Europa sino hasta el siglo XVI. Doscientos años después, y gracias a varios estudios realizados por horticultores alemanes, se crearon numerosos y diversos tipos de lechuga.



Bodegón con lechuga y taza blanca (Ribera Berenguer)

Hoy en día, el cultivo de la lechuga está ampliamente difundido, y su cultivo se encuentra en zonas templadas de todo el planeta y en invernaderos. La medicina naturista le ha otorgado un lugar importante, pues la consideran una verdadera panacea para combatir una gran cantidad de enfermedades y males. Sostienen que es un excelente diurético, que ayuda a los aparatos digestivo y respiratorio, que combate los ataques de asma y los espasmos bronquiales, es maravillosa para los cólicos menstruales, además de servir como analgésico, colirio ocular y desodorante natural, entre otras miles de aplicaciones. Además, es un magnífico alimento por su gran aporte de vitaminas y minerales.

El llanto de Afrodita cambió el destino de la lechuga, pero no pudo con todas las excelencias de esta verdura, de tal modo que hoy en día continua siendo la base de nuestros platos, principalmente en las ensaladas y, al igual que en el mundo antiguo, al principio de nuestras comidas"

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