EL SOL DEL MEMBRILLO

"Hay ciertas cosas que la realidad no te entrega si no sabes esperar." (Víctor Erice).


Ésta es la historia de un artista (Antonio López) que intenta pintar, durante el periodo de maduración de sus frutos, un árbol un membrillero que en el jardín de la casa que ahora le sirve de estudio plantó hace tiempo. En el transcurso de su vida, casi como una obligación, el pintor ha trabajado sobre el mismo tema en numerosos momentos. Con la llegada del otoño, todos los años ese compromiso se renueva. Lo que el artista en su pintura del árbol no ha hecho nunca es intercalar entre sus hojas los rayos del sol. Desde su personal estilo que parte del realismo esa pretensión posee una gran dificultad, se manifiesta, según las circunstancias, casi como una utopía. En esta ocasión decide afrontarla. Pero lo hace como es frecuente en él, con una ambición razonable, sin perseguir siquiera la finalización del cuadro, sin otra pretensión que permanecer unas semanas junto al frágil y generoso membrillero.La cinta da cuenta de esta experiencia y, a la vez, de todo aquello que afecta y rodea a la casa y al jardín. Un lugar y un tiempo donde el pintor trabaja y los frutos del árbol alcanzan su máximo esplendor. Cuando el invierno empieza a anunciar su llegada, los membrillos maduros, al caer de las ramas, ponen punto final a la labor del pintor, iniciando en tierra el proceso de su descomposición. Es entonces cuando, en la noche, el pintor nos cuenta un sueño.



Desde una perspectiva filosófica, la historia del pintor contenida en El sol del membrillo   es un brillante ejemplo de aplicación de la dialéctica platónica, y concretamente de su último  y más importante paso, según el cual, una vez que se ha alcanzado el conocimiento en grado sumo, hay que volver al mundo de los sentidos para aplicarle esa nueva visión, pues todo se presentará entonces de modo diferente a como lo hacía en un principio.

La película describe el intento de un artista por llevar a la práctica, en cierto modo, un  viejo sueño infantil. Desde una perspectiva ya totalmente adulta, se trata de un camino de vuelta, de incidir en aquello que nos sorprendió en un principio de nuestro caminar vital, pero   con la mirada adquirida tras el entendimiento profundo de la realidad. En otras palabras, no   se trata de renunciar a las sensaciones primarias, sino de, a partir de ellas, intentar llegar a un nivel de percepción de la realidad tal que  nos permita volver a esas  sensaciones  iniciales con la capacidad de comprenderlas en su plenitud. Así pues, el método dialéctico de Platón demuestra  su carácter  netamente práctico,  no se detiene en la  contemplación (como Aristóteles), sino que debe ser aplicado a la  realidad de la que parte y a la cual vuelve, incesante.

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