"Había
una vez un hombre poseedor de varios granados en su huerta. Todos los otoños
colocaba las granadas en bandejas de plata fuera de su morada, y sobre las
bandejas escribía un cartel que decía así: "Tomad una por nada. Sois
bienvenidos". Mas la gente pasaba sin tomar la fruta. Entonces, el hombre
meditó, y un otoño no dejó granadas en las bandejas de plata fuera de su
morada, sino que colocó un gran cartel: "Tenemos las mejores granadas de
la tierra, pero las vendemos por más monedas de plata que cualquier otra granada".
Y, creedlo, todos los hombres y mujeres del vecindario llegaron corriendo a
comprar. (Khalil Gibran. Las
granadas.El vagabundo).
Si bien comienzan a
encontrarse en los mercados sobre mediados de septiembre, es avanzado el otoño
cuando la vistosa granada nos brinda sus granos en toda su plenitud. Una fruta
que se cultiva desde tiempos prehistóricos, los romanos la llamaron “Malum punicum”
o manzana cartaginesa, bautizándola más tarde como “Punica granatum”. Se le
asignó el nombre de “granatum” del latín, “con granos”, haciendo alusión a los
bellos granos rojo rubí que la caracterizan. Su lugar de origen se sitúa en los
Balcanes, Oriente Medio y la India.
Desde la antigüedad se ha
cultivado este árbol, tal como lo corroboran los restos de granadas fosilizados
hallados por los arqueólogos en muchas tumbas egipcias, y que han sido datados
en 2.500 a. C. Entre los egipcios la granada alcanzó gran significación, hasta
el punto de convertirse en uno de los frutos más valorados por los faraones.
Sobresale de todos ellos Ramsés IV, que llegó incluso a insertar
representaciones de granadas en los frescos de sus habitaciones sepulcrales.
Los fenicios, los romanos y
posteriormente los árabes propagaron su cultivo por todo el área mediterránea.
También se ha expandido por el este, llegando hasta China. Los españoles la
introdujeron en el Nuevo Mundo, hallándose en la actualidad plantaciones desde
California hasta Argentina.
Por sus múltiples semillas,
la granada es símbolo de fecundidad, emblema de Hera y Afrodita, las diosas de
la fecundidad y del amor. En Roma, el tocado de las novias estaba elaborado de
ramas de granado. En África es símbolo de fecundidad maternal. En la India las
mujeres toman jugo de granada contra la esterilidad. Según la mitología griega,
un granado germinó de la sangre del dios del vino, Dionisos, cuando fué
desmembrado y devorado por los titanes, y por ello el fruto se abre como una
herida, descubriendo su interior rojo. Para los antiguos helenos la granada
simboliza la promesa de resurrección, pues Rea, la abuela de Dionisos, logró
rehacerle y retornarle a la vida.
Perséfone.
(Dante Gabriel Rossetti)
También
la tradición griega relata que Hades, el dios del mundo subterráneo, secuestró
a la hermosa Perséfone. Su madre, la diosa Deméter, la buscó incansablemente,
hasta encontrarla y salvarla, pero la joven había ingerido siete granos de una
atrayente granada cuando permaneció en el reino de los muertos, infringiendo el
ayuno sugerido por Zeus, por lo que se vio obligada a bajar de nuevo a los
infiernos. Así consta en el Himno homérico II, el diálogo entablado entre
Perséfone y Deméter, tras el rapto de Hades: “Hija, ¿no habrás acaso tomado algún
manjar mientras estabas abajo? Dímelo, no lo ocultes, para que ambas lo
sepamos.… si hubieras comido, yéndote de nuevo a las profundidades de la
tierra, habitarás allí la tercera parte de cada año, y las otras dos junto a mí
y los demás mortales.… A su vez, le respondió la hermosísima Perséfone: Pues
bien, madre, te lo contaré todo sin engaño.… Hades me trajo a escondidas unos
granos de granada, manjar dulce como la miel, y a pesar mío, por la fuerza, me
obligó a comerlos.” El hecho de contemplar la granada como un alimento del
mundo subterráneo es muy revelador y encontraría explicación la costumbre de
ofrecer frutas con tonalidades rojas a los dioses y a los muertos.
La
tradición judeocristiana ve en el granado un símbolo de abundancia, fue uno de
los frutos de la tierra prometida, juntamente con uvas e higos. Tal como Moisés
predicaba a su pueblo durante los cuarenta años en el desierto, tras la
liberación de la esclavitud en Egipto. “Yavé, vuestro Dios, os va a introducir
en la tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes, de aguas profundas que
brotan en el fondo de los valles y sobre los montes, tierra de trigo, de
cebada, de viñas, de higos y granados, tierra de olivos, aceite y miel”.
San
Juan de la Cruz en su "Cántico espiritual" contempla en el fruto las
cualidades divinas, con sus incontables efectos, la redondez que los enclaustra
como expresión de la eternidad divina y la suavidad del jugo como la del goce de
un alma que ama y que sabe. La iglesia misma se reconoce como una granada que
congrega bajo una cobertura protectora única a multitud de semillas fértiles de
pueblos diversos.
Para
los árabes el granado también es sinónimo de vergel y de regalo de Dios, con
este sentido se menciona tres veces en el Corán: “ Él es quien ha creado
huertos, unos con emparrados y otros sin ellos, las palmeras, los cereales de
alimento vario, los olivos, los granados,...”. En el Islam, el valor de la
granada excede al puramente nutritivo, pues está considerado como fruto
medicinal. En una narración, que recoge los dichos del Profeta, se indica:
“Quien coma tres granadas en el curso de un año, será preservado contra las
enfermedades oculares por ese año”. La literatura árabe es rica en imágenes en
torno a la granada, a la que se le asocia cierto simbolismo femenino.
Son
innumerables las alusiones a esta bella fruta en la literatura, siendo fuente
de numerosos poemas a lo largo del tiempo, quede como muestra esta linda
estrofa de mí admirado Federico Garcia Lorca:
La granada es corazón
que late sobre el
sembrado.
Un corazón desdeñoso
donde no pican los
pájaros.
Un corazón que por fuera
es duro como el humano,
pero da al que lo traspasa
olor y sangre de mayo.
Persefone.
No hay comentarios:
Publicar un comentario