El hambre que
afligiera a los españoles entregados a la conquista de América, les obligó a
comer cueros y culebras para acelerar su marcha hacia la prosperidad soñada, y
acabó con quienes dejaron de adorar a sus antiguos dioses. En Un banquete para
los dioses se da cuenta de las comidas, ritos y hambres en el Nuevo Mundo a
través de una narración en la que se advierte cómo la conquista de la despensa
ultramarina se va transformando en una orgía que conduce a la locura de los
dioses. Agustín Remesal aprovecha esta apasionante historia para explicar la
naturaleza afrodisiaca del chocolate -un producto que desencadenaría una gran
división de opiniones acerca de su bondad-, las leyes y decretos que regulaban
el uso de la coca, los beneficios y dificultades que la utilización del tabaco
podía acarrear, la pantofagia o ingestión de toda clase de animales y plantas,
etc. Un texto, en suma, que trata de demostrar que el hambre no tiene religión,
y ello a pesar de que la teología se mezcle frecuentemente con los pucheros.
La noche triste de Hernán Cortes. Manuel
Ramírez Ibáñez (1856 -1925).
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